Compartiendo el mismo techo
Es común que, por cuestiones de trabajo, de escuela o de simple autonomía, una persona decida independizarse. Tomar esta decisión implica nuevos compromisos, entre ellos, hacerse cargo de los gastos que implica mantener una casa. Por ejemplo, pagar renta, servicios básicos y hacer compras generales. Estos son aspectos que son difíciles de costear cuando no se tiene una estabilidad económica o cuando por primera vez se está laborando en el primer empleo.
Una opción para aligerar los gastos es tener un compañero de vivienda. De esta manera, el dinero que se logra ahorrar se puede destinar a otras cosas, igual de importantes.
Ventajas de la convivencia
Las ventajas de compartir una vivienda con otras personas son diversas. Entre ellas destacan las siguientes:
- División de los gastos. Al vivir con una o más personas, la totalidad de los gastos compartidos se dividen entre el número de inquilinos. Es verdad que algunos gastos se incrementan mientras más personas haya, por ejemplo, el agua, la luz o el gas. Sin embargo, hay otros que se mantendrán fijos, como la renta o el servicio de Internet. Este equilibrio ayuda a tener un excedente personal que podrán destinar a otros fines.
- Mayor seguridad. Es probable que los inquilinos tengan horarios distintos, lo que mantendrá la casa en movimiento constante. Esto disminuye la posibilidad de robo. De igual forma, siempre habrá alguien de apoyo en caso de un accidente.
- Tareas compartidas. Una casa requiere actividades de mantenimiento variadas, desde las cotidianas, como lavar los platos y pagar los servicios, hasta las más complejas, como hacer reparaciones. Las actividades deberán repartirse de forma equitativa, de manera que, todos sean responsables por el buen funcionamiento del hogar.
Consejos para la vida en común
Es recomendable que todos los inquilinos definan desde el principio las responsabilidades y los derechos, así como los límites que hay que respetar. Para ello, es útil elaborar un documento donde quede asentado este acuerdo común:
- Los pagos. Se debe definir si todos los inquilinos aportarán la misma cantidad. De esto dependerá la repartición de espacios y actividades. Por ejemplo, si sólo una persona tiene carro, quizá deba pagar un porcentaje mayor para tener derecho al lugar de estacionamiento. O si una persona nunca come en casa, no debe incluirse en el rol de lavar los platos.
Es importante definir si alguien reunirá todo el dinero o si cada quien deberá pagar ciertas cosas. Se debe establecer qué pasará si alguien se retrasa en los pagos o si repentinamente se niega a cubrir su aportación. - Los contratos y sus plazos. La mayoría de los contratos, ya sean de arrendamiento o de servicios, estipulan plazos fijos que implican penalizaciones por incumplimiento. También es importante mencionar que aunque haya varios beneficiarios, los contratos consideran un solo titular. Se debe de definir quién quedará como responsable legal.
Un solo titular tiene la ventaja de incrementar el control sobre los gastos y facilitar los trámites. Sin embargo, estarán depositando toda la responsabilidad en una sola persona. Diversificar a los titulares disminuye la responsabilidad individual, pero se debe pensar en qué pasaría si alguno decide mudarse repentinamente.
Para ello, es recomendable que definan plazos de aviso en caso de que alguien decida mudarse, para tener tiempo suficiente de reorganizar la administración de la casa y buscar un sustituto. Aunado a esto, es conveniente que estipulen una cantidad de depósito inicial para cada inquilino. De esta manera, esa cantidad serviría para solventar los gastos de forma temporal.
Antes de tomar la decisión, se debe evaluar cuáles son las necesidades e intereses personales. Reducir gastos siempre es una ventaja, pero también se deberá considerar el compartir el espacio y tiempo con otra persona. La tolerancia y el respeto son indispensables para mantener la armonía, así como la disciplina es básica para mantener el equilibrio financiero.